OPINIÓN | ‘PISA NO ES LO QUE DICEN, NI COMO LO CUENTAN. ES, LO QUE ES: UNA PRUEBA DE EVALUACIÓN A LA EDUCACIÓN’

Talavera de la Reina, 11 de diciembre de 2023

Artículo de opinión de Eva M. Sonseca Tendero, Licenciada en Psicopedagogía, Psicóloga Infanto-juvenil , Pedagoga, Terapeuta y Formadora

‘PISA NO ES LO QUE DICEN, NI COMO LO CUENTAN. ES, LO QUE ES: UNA PRUEBA DE EVALUACIÓN A LA EDUCACIÓN’

En las últimas semanas no dejo de leer o escuchar noticias por distintos medios de comunicación relacionadas con los resultados de las pruebas PISA, cuyo programa de evaluación consiste en medir la capacidad de alumnos de 15 años y reconocer sus conocimientos y habilidades de lectura, matemática y ciencias y otras competencias básicas de la vida real.

A diferencia de otras evaluaciones internacionales de gran escala tales como el Estudio Internacional de Tendencias en Matemáticas y Ciencias (TIMMS por su sigla en inglés), PISA se distingue por su conexión con la OCDE, lo cual le ofrece a esta evaluación la maquinaria de sobrepeso y reconocimiento y, como tal, garantiza mayor protagonismo para esta prueba en el escenario mundial.

A medida que su influencia crece, las señales indican que la OCDE está contemplando extender el alcance de PISA a poblaciones más jóvenes y, posiblemente, a otros aspectos de la educación, diferenciando así las evaluaciones que se han engendrado en el marco de PISA de cualquier otra evaluación internacional de gran escala. La prueba PISA cuenta con la colaboración de expertos en la materia, facultativos y legisladores de los países que participan para acordar qué resultados de la prueba resultan significativos para lograr una visión del sistema educativo de los países y, por consiguiente, ser medidos, así como evaluar qué forma de medirlos es la más adecuada.

Además, se establecen procedimientos de comparación de los resultados entre sí de manera significativa y confiable. Detrás de estas pruebas de gran magnitud también aparecen grandes profesionales que realizan un trabajo minucioso y de campo para la recogida y el análisis de datos.

Así pues, entendiendo a groso modo de qué trata dicha prueba, me asombra la facilidad de cómo la gente vierte sus opiniones sobre los resultados publicados e incluso a llegando a dar juicios de valor. También no me ha dejado impasible la lectura de diversos artículos escritos por expertos que interpretan simplemente los datos y dejando su opinión cómo la más fiel de todas ellas.

La crítica en estos casos es fulminante y dogmática. El tono, catastrofista: ¡no podemos seguir así! Se insta a la premura: el tiempo se acaba. Y el diagnóstico de negras tintas solo admite un remedio contundente: como ya el concepto está bastante sobado, se añade ahora la coletilla de una profunda y auténtica regeneración del sistema educativo, lo cual no digo que no haga falta, pero no precisamente por los resultados que arrojan estas pruebas. Más allá de estas posturas, la realidad es que el informe PISA marca agenda y la información que brinda puede ser muy útil para definir y orientar políticas educativas y buscar soluciones que mejoren la calidad educativa de nuestro país.

De este bombardeo de opiniones y referencias, pienso que para dar una valoración de un hecho hay que vivirlo, sin más. Todo lo demás puede causar un craso error o furor para ofrecer una imagen de esta prueba que dista bastante lejos de su propia realidad y de lo que realmente quiere decir los informes PISA. De la repercusión mediática de los resultados PISA puede calificarse de inusitada, máxime teniendo en cuenta que se trata de un tema educativo.

La información se centra en destacar los rankings de los países y regiones, mencionando los más destacados, identificando los rezagados y, en el caso concreto de España, subrayando el bajo nivel obtenido por los estudiantes. La repercusión en la opinión pública de las abundantes informaciones y opiniones de trazo grueso en torno a los resultados no es cuestión baladí, habida cuenta que PISA constituye el programa de evaluación más amplio y es, sin duda, la empresa más influyente a la hora de orientar las reformas y políticas educativas de los distintos países y así se pone de manifiesto en el caso de España.

Desde mi punto de vista, cuando profesionalmente forme parte del equipo de trabajo y estuve aplicando las pruebas PISA en centros educativos de la Comunicad de Castilla la Mancha, incluso alguno que otro de Madrid provincia, realizando todo el proceso que con lleva desde su puesta en marcha hasta la finalización de la misma, me di cuenta que la interpretación de los datos que ofrece PISA hay que cogerlos con pinzas, es decir, saber entenderlos e interpretarlos desde dentro, conocer todos los factores que intervienen y no caer en el agravio de quedarse con números y resultados estadísticos que terminan publicados en un boletín que únicamente arroja una luz informativa.

Cuando se trabaja desde dentro de este gran proyecto las cosas se aprecian desde otra perspectiva diferente a lo que se pretende contar en muchas ocasiones poniendo en entre dicho la veracidad de las pruebas. Para realizar estas pruebas, se utilizan una serie de tests homogéneos a lo largo de todos los países que comprende la OCDE, de forma que todos los alumnos responden a las mismas preguntas, con lo que se garantiza que los resultados sean comparables entre países. Los estudiantes son evaluados en ciencias, matemáticas, lectura, resolución de problemas y educación financiera.

Los pedagogos decimos que la evaluación externa está muy bien, pero hay que prestar atención a otros resultados y la importancia de otras materias: la música, la plástica, la educación física, los valores, la ciudadanía, que no se tienen en cuenta en dichas pruebas. Es decir, si la evaluación se centra en los rendimientos cuantitativos, tenderá a evaluar solo aquello que se pueda poner en una escala. Algo así como la llamada Ley del Martillo, que define la confianza exagerada en un instrumento que resolverá todos los problemas, pero oculta el hecho de que “si la única herramienta que tienes es un martillo, todo problema se parece a un clavo. Sin embargo, a pesar de las sombras de evaluación que puede darse en estas pruebas tampoco podemos taparnos los ojos hacia el tufo que muestran los resultados sobre las deficiencias de nuestro sistema educativo, en general, que es en el cuál tenemos que poner el punto de miras.

El naufragio de la Enseñanza en España tiene muchas causas, siendo acaso la polarización de los planes según las opciones políticas una de las más graves. Las soluciones son complejas, por lo tanto, y muy difíciles de diagnosticar, asumir, aprobar de forma consensuada y poner en práctica. Como sólo se hace demagogia, se buscan atajos y recetas maravillosas que oculten la realidad y sigan adormeciendo a la ciudadanía. También está el profundo victimismo de docentes y profesores cuando se apunta con estas pruebas que algo está fallando en su terreno de trabajo, tirando balones fuera de su área y es que el excesivo y mal uso que se está dando a las tecnologías dentro de las aulas han revertido en el rendimiento académico de los alumnos en competencias básicas de aprendizaje.

Usar estas herramientas para que los alumnos aprendan a base de tutoriales o realicen trabajos de cortar y pegar sin ningún filtro de información no sirve de nada. Si queremos alumnos más inteligentes y competentes, hay que reflexionar seriamente sobre las pedagogías que estamos utilizando para educarlos. La tecnología puede ampliar los efectos de una buena docencia, pero una buena tecnología no puede reemplazar a una mala docencia. El ordenador, para cierto tipo de posicionamientos más o menos ideológicos y de gobernantes, es la panacea. El ordenador en el aula puede servir en determinadas disciplinas y en muy restringidas ocasiones.

Para lo demás, es cuando menos engorroso o directamente perjudicial. Algo que no debe pasarnos desapercibidos son las consecuencias de la pandemia en la educación y es que en los informes PISA ya se refleja algo de éste estrago. Si en anteriores ocasiones los resultados no habían sido buenos, lejos de amortiguarse o recuperarse, la caída continúa. Y parece no tener frenos. En 2022, una vez atravesada la pandemia de coronavirus, España empeora sus resultados en matemáticas y comprensión lectora, lo que confirma que los confinamientos han lastrado los aprendizajes. No solo aquí, sino a en todo el mundo.

Los países de la OCDE, de media, todavía suspenden más. En matemáticas, se han perdido 15 puntos en la media de la OCDE, es decir casi un curso académico (20 puntos equivale a un año escolar). En compresión lectora el dato también es desolador en España. En ciencias, mientras, hay una mínima mejoría.

PISA no es el primer informe que asegura que el cierre físico de colegios e institutos (España fue de los países que menos tiempo los cerró) y la educación a distancia no ha salido gratis en términos académicos. Los chavales y las chavalas que se sometieron al examen de PISA sufrieron el confinamiento y la parte más dura de la pandemia en 2º de ESO (13 años), una etapa vital crucial. Son una generación tocada, sentenciada.

Hay muchas deducciones que profesionalmente puedo extraer de los Informes PISA, una experiencia profesional que me ofreció la oportunidad de unas pruebas de evaluación que no deben pasar de puntillas, ya que aunque no nos gusten los datos que arrojan estas pruebas ofrecen la oportunidad de trabajar sobre ellos para buscar soluciones y esto no se realiza en una primera lectura.

Queda mucho trabajo por delante si queremos mejorar la educación y las evaluaciones externas ponen a la superficie las deficiencias que se encuentran dentro del sistema, de los centros educativos, de las aulas, etc. Abarca mucho terreno en el cual también tenemos que ser cautelosos y prudentes antes de verter opiniones sin realizar un profundo análisis de los datos.

Con todas las polémicas que dispara, creo que un primer paso es entender que las pruebas PISA son una herramienta. Lo importante es el uso, o mal uso, de información valiosa y necesaria. Ojalá podamos aprovecharla para eso y no ignorarla por todo el humo, pirotecnia y guitarreo que viene con el combo.

Los resultados de PISA conforman hoy la parte visible del iceberg del problema en España, pero si queremos de verdad mejorar la educación, todos los agentes educativos debemos implicarnos en la consideración de la problemática en toda su profundidad.

Eva Sonseca, Licenciada en Psicopedagogía
Pedagoga, Terapeuta y Formadora. Graduada en Psicología
Y Directora pedagógica del Gabinete Multidisciplinar Talento